
Me uno con esta breve anécdota al incipente pero numeroso grupo de vegetarianas irresistibles como el aroma a choripán...
Sí, así de paradojica está la cosa. Con los miles de hombres que hay en el barrio, me entero que el carnicero le preguntó a la madre de mi amiga, que le preguntó a mi amiga, que me contó a mí, ¡que quien era yo! (describiéndome con pelos y señales claro está)
Y mi amiga, ni lerda ni perezosa, se asoma al día siguiente entre las cortinas de plástico y le grita al curioso vendedor de vísceras: ¡no te hagas ilusiones que mi amiga es vegetariana!
Esto no me puede estar pasando...yo no busco un ghandi...¿pero esto no es demasiado?